jueves, 16 de julio de 2009

Cuando los diarios no temen a la autocrítica

Diario sobre diarios

Un diario español publicó una nota sustentada en una sola fuente. La Defensora del Lector publicó un extenso texto rectificando la información y dando cuenta a los lectores del error en que se había incurrido al editar tal material. Mientras, en Argentina los diarios no tienen miramientos a la hora de editar títulos principales basados también en una o dos fuentes, con un agravante: varias veces son anónimas.[+/-]
Una vez más, un diario extranjero brindó argumentos para que los lectores de prensa argentina se retuerzan de envidia. Fue el diario español El País, del Grupo Prisa, el protagonista de la historia. Su Defensora del Lector, Milagros Pérez Oliva, rectificó una nota que una periodista del diario había publicado basándose en una sola fuente.

Lo que ocurre en el exterior parece no llegar nunca hacia nuestras costas. Fueron conocidas –y hasta difundidas por la prensa de nuestro país- las constantes autocríticas públicas de los diarios de Estados Unidos por distintos casos de desinformación (desde la difusión de la existencia de armas de destrucción masivas en manos de Saddam Hussein, hasta notas inventadas por sus reporteros). El País, por su parte, suele mostrar algunos mecanismos que le permiten transparentar de cara a su público los errores cometidos o diversas rectificaciones sobre datos u opiniones vertidas en sus páginas.

Algo muy distinto a lo que ocurre en nuestro país. Algunos recuadritos con “Fe de erratas” (en general referidos a confusiones menores), notas en donde se analiza la etimología de algunas palabras utilizadas por los periodistas y observaciones superficiales, es todo lo que se permiten los diarios porteños para exponer ante sus lectores.

Una recordada intervención del Defensor del Lector de El País, se conoció después de los atentados en Atocha, en la capital española. Allí, quien ocupaba ese cargo, Malén Aznarez, hizo una dura crítica al periódico por haber afirmado en su título principal que el ataque había sido obra del grupo separatista vasco ETA. Hizo la objeción pese a que el director del matutino le señaló que la fuente había sido el propio presidente, José María Aznar.

Otro ejemplo de apertura y pluralismo que mostró El País fue en 2007. Al cumplirse 40 años de la muerte de Ernesto “Che” Guevara, el matutino publicó un editorial con fuertes críticas al guerrillero latinoamericano. Los periodistas del diario consideraron excesivas esas calificaciones y escribieron un texto manifestando su disgusto por el editorial. La nota, firmada por los profesionales del diario fue publicada en las páginas, consignando que esa metodología consta en el estatuto que rige a la empresa periodística.

Diario sobre Diarios (DsD) ya publicó algunas notas en esta sección relacionadas con estos temas. En relación a la figura del defensor del lector, se editaron aquí tres trabajos: uno titulado “Los diarios argentinos violan los derechos de sus lectores”, otro recordando a Abel González, el ombudsman que tuvo el diario Perfil en su primera etapa (cuando era diario, en 1998) y otro con el análisis del desempeño de Nelson Castro como defensor en el Perfil dominical.

En referencia a publicar notas con la consulta de una sola fuente, no se publicaron estudios al respecto aquí, ya que el panorama en nuestro país es mucho peor: se editan títulos principales de los diarios con fuentes anónimas. Es decir, no ya una, dos o tres fuentes, sino ninguna (al menos identificable). En este sentido se puede leer una consulta que DsD hizo a editores de los diarios sobre esta práctica. Sobre la falta de autocrítica, se publicaron dos notas, una referida a la actitud de los medios durante la última dictadura militar y otra sobre la cobertura de los matutinos porteños de la guerra de Malvinas.

En este marco, uno de los objetivos de la actual Zona Dura es reflexionar sobre todos estos temas y resaltar la importancia de que existan profesionales en los diarios que revisen permanentemente y en forma pública los contenidos que se editan.

Para los editores que aún hoy consideran que tener un defensor del lector es puro “marketing”, para aquellos lectores que quieran tener una idea de cómo funcionan estas instancias de control de contenidos y para los periodistas amantes del secreto sobre sus prácticas, lo ocurrido en El País es, sin dudas, una enseñanza.


La nota de la polémica

“La muerte digna de una vida digna” apareció el domingo 7 de junio, en la revista dominical del diario español El País. La periodista Rocío García, que firmó la nota, presentó la historia de los últimos días de vida del ex diputado español Miguel Núñez. De su carrera política remarcó su lucha contra la dictadura de Francisco Franco. También destacó y valoró su última decisión: “eligió día y hora para poner final a su vida” delante de una cámara. A partir de ese momento dedicó extensos tramos de su texto a realzar el valor de la eutanasia y cargó contra “la hipocresía” de la sociedad española que, según la autora, rechaza este método.

La nota relató que Núñez, enfermo de silicosis, “decidió no morir en Madrid porque tenía miedo de que le afectaran los coletazos del caso Leganés, en el que el doctor Montes y su equipo de anestesistas del hospital Severo Ochoa fueron acusados de sedación irregular a enfermos terminales”. Por eso, explicó la autora, viajó a Barcelona, porque “deseaba morir dignamente”.

La crónica se apoyó en las declaraciones de “uno de los testigos de aquella muerte dulce”, el director de documentales, Albert Solé, quien constituyó la única fuente de Rocío García, una periodista que se especializa en la sección Cultura del diario. Según dijo en la nota, Solé se encontraba desarrollando el documental Al final de la ecapada con el lente de la cámara puesto sobre los últimos días de Núñez: “Fue un pacto implícito, nunca lo verbalizaron, pero los dos sabían que ‘eso’ era reflejar la muerte digna de una vida digna”.

Miguel Núñez murió el 12 de noviembre a los 88 años. En su artículo, Rocío García afirmó que “desde la víspera ya sabían que aquel (día) iba a ser el definitivo”. Añadió que junto a su lecho lo acompañaban su mujer Elena, su hija Estrella y el documentalista Solé, con su cámara. Citó al realizador que asegura que a los familiares “les expliqué que si habíamos llegado hasta allí en el rodaje teníamos que continuar. Ellas, con mucho coraje, accedieron”. A continuación la crónica entró en un terreno espinoso y dejó entrever que a Núñez le aplicaron la eutanasia: “Entraron unos enfermeros e inyectaron en una vía abierta en el hombro de Miguel el líquido que le induciría a la muerte”.

La periodista advirtió que “el documental no se recrea en los momentos finales”, pero da a entender que el político falleció gracias a la intervención de los enfermeros. Nuevamente reprodujo las declaraciones de Solé, único sostén de la historia, que señaló que el ex diputado “ha muerto cuando ha querido, y, cómo el dice en la película, es el último derecho que nos queda”.

Los últimos párrafos tuvieron dos ejes. Primero, hizo un repaso por “la historia” de Miguel Núñez; su lucha durante la Guerra Civil, la clandestinidad, la cárcel y las torturas. Después, realizó una breve descripción del documental que filmó Solé con base en la agonía del ex diputado.

A partir de las declaraciones del cineasta anuncia el estreno de Al final de la escapada para el otoño. A lo largo de toda la nota las declaraciones del Solé se repiten y son llamativas por su extensión y porque es el único testimonio que recogió la periodista.


La respuesta de la defensora

“La eutanasia filmada que nunca existió” se publicó en la misma revista dos semanas después. El descargo de la defensora del lector, Milagros Pérez Oliva, advierte desde el copete que “la viuda de Miguel Núñez rechaza la versión que se ha dado sobre la muerte del ex diputado” y remarca que “el reportaje de EL PAÍS se basó en un único testimonio”.

Desde la cuarta línea aseveró que “ni eligió día y hora, ni murió delante de una cámara”. Luego añade que “del reportaje se deduce que se le inyectó una sustancia que le causó la muerte y que la cámara estaba allí cuando eso ocurrió”, aunque acepta que eso hubiera estado en línea con el pensamiento del ex diputado que avalaba la despenalización de la eutanasia.

¿Cómo se enteró el diario del error? El jueves 18 –once días después de la nota- un íntimo amigo de Núñez, el urbanista Jordi Borja escribió a la ombudsman de El País para señalarle que la nota tenía “datos sorprendentes e inexactos”. Alertó que el artículo “prácticamente expone” que se le practicó eutanasia activa frente a sus familiares, y que eso “sería un delito que afectaría a estas personas y al personal de la residencia”.

El viernes 19, la viuda Elena García, llamó a la Defensora y le informó que un día después de publicada la historia, junto a su hija Estrella habían enviado al diario su derecho a réplica. Sin embargo, habían pasado once días y el periódico no había publicado la rectificación.

Pérez Oliva tomó cartas en el asunto y reprodujo las correcciones. La mujer de Núñez negó que una cámara haya filmado la muerte y, menos aún, que los enfermeros le hayan practicado la eutanasia. De hecho, aclaró que su marido no fue a Barcelona para que le apliquen ese método, sino que allí quería morir y allí había donado su cuerpo para la ciencia. Detalló que los enfermeros le aplicaban diariamente morfina, como parte del programa PADES, el servicio de cuidados paliativos del Servicio Catalán de la Salud y que “la imagen de los enfermeros corresponde a una de esas inyecciones. Ni siquiera es la última”.

Retomó la voz la Defensora que explicó que el título “La muerte digna de una vida digna” fue por cuenta del editor de la revista “que lo dedujo del texto”. Y añadió que la viuda no guarda rencor a la periodista, pero lamenta que no la haya consultado.

Frente al malentendido, la Defensora consultó a Rocío García, la periodista que firmó la nota, quien argumentó que “tanto las afirmaciones que pone en boca de Albert Solé como la explicación de los hechos que ella asumió como ciertos fueron objeto de grabación”. La Defensora del lector también habló con el documentalista que “asegura no recordar exactamente los términos en que se expresó en la entrevista” y que “se muestra conciliador con la viuda”.

Para Pérez Oliva, “la verdad es que lo que aparece en el documental es una inyección de morfina; que las imágenes de la muerte son del último día, pero no de la agonía, pues están grabadas por la mañana y Miguel Núñez murió por la tarde; que el enfermo llevaba varios días prácticamente inconsciente y, por lo tanto, no pudo fijar ni el día ni la hora de su muerte; y que no murió porque le inyectaran ninguna sustancia letal, sino en el curso de un protocolo de sedación del programa PADES. Como mueren miles de pacientes en Cataluña y en el resto de España”.

La Defensora incluyó en su nota varios testimonios para la rectificación. Su conclusión fue clara:

“El caso pone de manifiesto que una sola fuente no es suficiente, y menos tratándose de un tema tan delicado. La delgada línea que a veces separa realidad y ficción en el cine, puede haber viciado en este caso el único testimonio en que se basa el reportaje. Un documental no deja de ser en cierta medida una ficción. Este tipo de cine se basa en la realidad, pero admite licencias que el periodismo no se puede permitir. Si en una secuencia aparecen unos enfermeros que inyectan algo al paciente y la siguiente muestra a unos celadores retirando el cadáver, es fácil deducir una relación de causa efecto y hasta resulta poético. La elipsis es un buen recurso cinematográfico. El relato funciona. Pero en periodismo, el relato, para ser veraz, tiene que corresponderse exactamente con la realidad. No caben elipsis. O es o no es”.


A modo de conclusión

Una reflexión para lectores de diarios y periodistas. Todo esta polémica pública que aquí se comentó ocurrió porque una nota de información general (esto es, no publicada en las secciones calientes, sensibles a las presiones políticas o económicas), editada en un suplemento del matutino, se apoyó en una sola fuente, a la que identificó.

Como se dijo antes, la problemática en nuestro país es más profunda. Aquí se editan títulos principales de los diarios también con una sola fuente, con el agravante de que muchas veces ese informante es anónimo.

La prensa española suele ser criticada porque sus matutinos se encolumnan políticamente entre socialistas y populares, tal la división partidaria de ese país. Así, El País suele ser el representante mediático del PSOE (aunque con una cantidad de matices que harían tambalear esa afirmación) y El Mundo es quien traslada las posiciones del PP (con la misma salvedad, nunca de manera lineal).

Sin embargo, y pese a la excesiva “partidización” del periodismo, ambos matutinos tienen mecanismos de control y transparencia hacia sus lectores. Y lo aprendieron hace tiempo.

Con una sola fuente, no va.